30.10.11

"La belleza interna"


   Amados hermanos, Yo soy Kwan Yin.

  ¿Saben ustedes cómo se templa el acero? ¿Saben ustedes de qué manera el herrero forja el acero hasta hacerlo tomar caprichosas formas y convertirlo en una bella pieza de orfebrería?

   Es a través del fuego, de ese fuego transmutador que ablandece el metal hasta hacerlo maniobrable a la voluntad del artista.

  ¿Saben ustedes cómo es que los diamantes logran esa belleza impecable que multiplica la luz que les llega y que los hace parecer como ojo de Dios observando su Creación?

   ¿Saben de donde viene esa belleza? De los cortes precisos que hace el joyero sobre su cuerpo, quitando lo que le sobra y extrayendo esa mística belleza de una piedra que antes carecía de forma.

   ¿Han observado el trabajo de esos mágicos jardineros de Oriente, que son capaces de transformar un lago de aguas contaminadas rodeado de maleza, en un bellísimo lugar de meditación, con lotos, moldeando de manera intrigante las ramas de los árboles, para sosegar al espíritu y pintar de rosa algo que antes era gris y mustio?

   ¿Saben ustedes cómo logran este milagro? Lo hacen, primero, quitando las hierbas, quitando las piedras del camino, limpiando las aguas, pacientemente entrelazando las ramas de los árboles, hasta que poco a poco, esa belleza que antes estaba dentro del jardinero, pueda ser vista por todos.

   ¿En qué se parece ese jardinero a aquel joyero, o al orfebre que trabaja el metal? En que todos llevan la belleza interna y utilizan sus manos y su voluntad para poderla hacer visible ante los ojos del mundo, son espíritus trabajando a través de las manos, a través de su cuerpo, a lo largo de su vida. Y, ¿qué son los problemas, sino precisamente el proceso que el artista, que todos llevan dentro, está haciendo paso a paso, para lograr hacer de sus vidas un jardín de reposo, una joya maravillosa o una obra de arte?

   El hombre que vive su vida sin aspiraciones, sin voluntad, es un bello durmiente que desperdicia su tiempo acallando la voz del espíritu, que desde muy dentro, vive horas de angustia y agonía. La paz espiritual interna se traduce en infatigable actividad externa; el espíritu trabaja desde adentro sin ansiedad, sin dolor, sin impaciencia, sabiendo que cada acción que toma es un paso que da acercarse a la meta que viene visualizando.

   Hace muchos años, todos ustedes, en distintas épocas, en distintos pueblos, pero sin excepción, todos se prometieron a sí mismos, abrazar el camino del conocimiento Iniciático, todos, en pleno uso de su más alta conciencia espiritual, aceptaron las pruebas que a su paso irían encontrando y juntos decidieron tomar su alforja, llena, únicamente, con las bendiciones del cielo, portar sus sandalias cuya única protección era la que la voluntad espiritual podía ofrecerle, vestir una delgada túnica tejida con cada uno de los sentimientos más puros que su corazón podía albergar, y lanzarse a escalar las más elevadas cumbres de la realización humana. Alforja, sandalias y túnica, es lo único que cada uno lleva en su camino, pero, ¿qué otra cosa podrían necesitar, qué otro don del cielo podrían esperar para caminar más placenteramente un sendero que es de transformación?

   Los problemas no son sino pequeños obstáculos en el camino, ni son permanentes ni son insalvables; sus hermanos, esposos o esposas, hijos o hijas, son también parte de aquellos espíritus que aceptaron iniciar el camino, no piensen de ellos que son inconscientes o que ustedes los llevan arrastrando pruebas que no les corresponden, todos forman una santa alianza, y si algunos de momento no recuerdan los compromisos establecidos tiempo atrás, es responsabilidad de ustedes, gradualmente entrenados, hasta llevarlos a la convicción de que en la vida, la felicidad se conquista con el conocimiento del espíritu.

   Que estén sus caras sonrientes por más nublado que se encuentre el cielo; caminen con pasos firmes siguiendo la luz que su Maestro Interior les envía, y con esa confianza, esa alegría, ese deseo de vivir, esa fe inquebrantable que les permite saber que, tarde o temprano, el Sol volverá a brillar, contagiará a todos sus seres queridos y descubrirán la diferencia que existe entre un discípulo y una persona ordinaria.


   La luz de la enseñanza ilumina las mentes y los corazones dando claridad de pensamiento y una fe increíble.


  Dejen pues, que sean sus acciones y no sus palabras las que hablen por ustedes, agigántense en las dificultades sabiendo que nunca estarán solos, sabiendo que ésta no será sino una lección más en la maravillosa escuela de la vida.


   Si el cuerpo sufre, que el corazón agradezca; si la situación se torna obscura y confusa, que la serena paz del discípulo ilumine con claridad propia la senda que haya de tomar; que cuando todos tiemblen, ustedes permanezcan firmes como la roca; que cuando la tempestad azote, sean como el roble que se mantiene firme protegiendo a las criaturas que bajo sus hojas buscan protección; después de la tormenta brilla un arco iris y el sol asoma por entre las nubes.


   Sepan, que por encima de todas las nubes, de las más poderosas tormentas, brilla eternamente el sol de la esperanza; los problemas podrán aquejar sus cuerpos, pero su espíritu es capaz de elevarse por encima de las más altas nubes.


   Así pues, que cada una de las lágrimas que derraman sean como pequeñas piedras preciosas, que condensen en sabiduría, una vida llena de gloria y renunciación. Con todo mi amor les dejo estas palabras, para que puedan seguir firmemente el camino que hace tiempo decidieron tomar. Mis bendiciones estarán siempre dentro de ustedes. Que así sea.

Agosto 1992