Las Confesiones de San Agustín
«Tarde te amé»
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era,
me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste.
Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo.
Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que,
si no estuviesen en ti, no existirían.
Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera;
brillante y resplandeciente, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo;
gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti.
Agustín de Hipona
Las Confesiones
Santa Teresa de Ávila
Muero Porque No Muero
Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí después que muero de amor, porque vivo en el Señor que me quiso para Sí. Cuando el corazón le di puso en él este letrero: Que muero porque no muero. Esta divina prisión del amor con que yo vivo ha hecho a Dios mi cautivo y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero. ¡Ay, que larga es esta vida, qué duros estos destierros, esta cárcel y estos hierros en que el alma esta metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero. ¡Ay, que vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga: Quíteme Dios esta carga más pesada que el acero, que muero porque no muero. |
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir, porque muriendo el vivir me asegura mi esperanza. Muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero. Mira que el amor es fuerte; vida, no me seas molesta, mira que sólo te resta, para ganarte, perderte; venga ya la dulce muerte, venga el morir muy ligero, que muero porque no muero. Aquella vida de arriba, que es la vida verdadera, hasta que esta vida muera no se goza estando viva. Muerte, no seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero. Vida, ¿que puedo yo darle a mi Dios que vive en mí, si no es perderte a ti para mejor a Él gozarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues a Él solo es al que quiero. Que muero porque no muero. |
Nada Te Turbe
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta. Eleva tu pensamiento, al cielo sube, por nada te acongojes, nada te turbe. A Jesucristo sigue con pecho grande, y, venga lo que venga, nada te espante. ¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana; nada tiene de estable, todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre dura; fiel y rico en promesas, Dios no se muda. |
Ámala cual merece
bondad inmensa; pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza. Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios tu tesoro nada te falta. Id, pues, bienes del mundo; id dichas vanas; aunque todo lo pierda, sólo Dios basta. |
Ramón del Valle Inclán
Corazón melifica en ti el ácimo
fruto del mundo, y del dolor llagado,
aprende a ser humilde en el racimo
que es de los pies en el lagar pisado.
Por tu gracia de lágrimas el limo
de mi forma será vaso sagrado,
Verbo de luz la cárcel donde gimo
con la sierpe del tiempo encadenado.
¡Alma lisiada, negra, arrepentida,
arde como el zarzal ardió en la cumbre!
¡Espina del dolor, rasga mi vida
En una herida de encendida lumbre
¡dolor eres la clara amanecida,
y pan sacramental es tu hacedumbre!
fruto del mundo, y del dolor llagado,
aprende a ser humilde en el racimo
que es de los pies en el lagar pisado.
Por tu gracia de lágrimas el limo
de mi forma será vaso sagrado,
Verbo de luz la cárcel donde gimo
con la sierpe del tiempo encadenado.
¡Alma lisiada, negra, arrepentida,
arde como el zarzal ardió en la cumbre!
¡Espina del dolor, rasga mi vida
En una herida de encendida lumbre
¡dolor eres la clara amanecida,
y pan sacramental es tu hacedumbre!