26.10.16

"LOS ANTIGUOS GNOSTICOS"






   Las huellas de los antiguos gnósticos se remontan a los primeros siglos de nuestra era. Siempre han existido personas que se preguntaron sobre el sentido de la vida, los misterios de la creación, etc. Lamentablemente muchos de ellos fueron tildados de herejes y por lo mismo, asesinados.

   Pero el Gnosticismo ha sobrevivido hasta nuestros días, gracias al trabajo del V.M. Samael Aun Weor, y lejos de ser una corriente espiritual, fruto de una época, siempre se ha sabido que es considerada como una filosofía perenne y universal.

   Los gnósticos siempre buscaron un conocimiento superior, una sabiduría interior. Este conocimiento interior siempre ha acompañado a la humanidad consciente, de él emanaron todas las antiguas mitologías, todas las religiones, ya que todas ellas tienen su origen en la Gnosis, así como el cristianismo de los primeros siglos.

   Hace ya más de dos mil años, Jesús de Nazaret entrego sus enseñanzas, diciendo “mi Reino no es de este mundo” Juan 18:36-37 (La Biblia Reina Valera).

   La Gnosis o mejor decimos la Filosofía Gnóstica, siempre choca con las rigurosas tradiciones religiosas de todas las épocas. 

   Los primeros cristianos eran verdaderos gnósticos que reconocían la voluntad y el plan de Dios directamente en su propio Ser, por ello, no necesitaban ninguna institución como mediadora. Su fe se basaba en la propia experiencia interior y no en la enseñanza de una doctrina adoptada a los ocultos intereses de unos y otros.

   La experiencia gnóstica es una gracia de la divinidad que habita en el interior de todos los seres, en Espíritu y Verdad, siendo Santo en su esencia, y quien  lo experimenta puede dar testimonio de ello.

   Una persona tocada por la Gnosis lleva a cabo su vida con fidelidad, observando lealtad y observancia de la fe que en si misma da la propia experiencia, pues la Gnosis es unidad y conduce a la unidad múltiple perfecta que es el Ser. Esta unidad era perceptible en los primeros tiempos del cristianismo. 

   Se vivía la Gnosis comunitariamente. En aquellos tiempos, existían distintos grupos gnósticos, no estando exentos en esta época por ley de recurrencia de situaciones similares a las de antaño.

   Pero en el transcurso de los años y de manera gradual, el impulso de la Luz gnóstica que el Cristo trajo al mundo se debilitó y aparecieron las divisiones, la desidia, todo ello producto del ego, así como la negligencia para cumplir con los principios atemporales. 

   Las instituciones comenzaron a regirse, no por la experiencia directa, sino por medio de leyes y dogmas. Se creó una jerarquía la cual dividió a las personas en sinceros y farsantes, siendo ello causa de dolor y sufrimiento. 

   A través de los siglos siempre ha habido seres humanos que supieron animar y confortar a todas las almas anhelantes de la verdad.

   En el siglo primero después de Cristo no había una iglesia oficial, la antigua doctrina judía y la nueva doctrina cristiana eran enseñadas al mismo tiempo. 

  Las enseñanzas cristianas fueron difundidas por los apóstoles, algunos maestros gnósticos transfirieron su sabiduría a sus seguidores en Asia Menor y el Imperio Romano.

   Cuando comenzó la formación de la Iglesia Católica oficial, existían muchas ramas gnósticas, especialmente en el siglo II. 

   Valentín, uno de los grandes gnósticos más famosos, era oriundo de Alejandría y enseñaba, hacia el año 130, en Asia Menor y más tarde en Roma. Según él, el mundo visible es un mundo caído, no divino. El alma que posee la Gnosis, o Conocimiento divino, puede liberarse de este mundo de tinieblas y regresar al mundo de la Luz.

   Un alma tal, dice Valentín, escucha si es llamada, responde a su vocación y se vuelve hacia Aquél que la ha llamado. Ella experimenta paz al reconocer su vocación, se prepara para su regreso a casa y finalmente se vuelve una con la Luz, el origen de todas las cosas.

   Valentín era discípulo de Basílides que enseño principalmente en Egipto y también figura entre los Grandes gnósticos. Basilides al igual que Valentín exhorta a abandonar este mundo caído y volver a la casa de nuestro Padre.  

   No obstante, el hombre debe primeramente comprender claramente su propio estado, debe reconocer su falsa personalidad y deseos egoicos para eliminarlos con la ayuda de su Madre Divina. El hombre debe aprender a ser humilde, dice Basílides, pues solo así el alma obtiene el Conocimiento divino por visión y revelación interior.

   Marción es también llamado gnóstico en los libros de historia eclesiástica, pero esto es difícilmente justificable ya que él intentó comprimir las enseñanzas gnósticas y convertirlas en un sistema vinculante de dogmas, lo cual representa una contradicción de términos: Gnosis y dogma se excluyen mutuamente. Marción, hijo de un obispo de Sinope, ejerció su enseñanza en Roma y en el año 144 d.C. fue excomulgado por “comportamiento inapropiado”. 

   La Gnosis es una experiencia personal, de la realidad del Espíritu que mora en uno mismo. En el siglo tercero, surgió en Persia un nuevo y poderoso impulso: el del gnóstico Mani del que sus seguidores recibieron el nombre de “Maniqueos”. Mani, en medida aún mayor que sus predecesores, hacía constantemente distinción entre el mundo terrenal caído y el mundo de la Luz. 

   En su opinión, la creación, según la conocemos, no fue creada por el Dios de Luz, sino por las fuerzas de la oscuridad. El objeto de su enseñanza era, no obstante, la certeza de que en el interior de aquéllos que viven en la oscuridad se halla escondida una chispa divina que es el nexo y el puente hacia la vida verdadera.

   Mani dijo: “Yo soy una fragante semilla de Luz, arrojada en un denso bosque con espinos ¡Oh ven a recolectarme y arráncame! Llévame a casa, a la era de la Santa Ley, hasta el granero de Luz”.

   En los siglos posteriores también hubo personas que se unieron formando grupos para obtener el Conocimiento. 

   Pero ¿Que es la Gnosis? Un conocimiento secreto, místico, no vinculado a ninguna religión.

   En la historia intelectual europea la Gnosis y los gnósticos están habitualmente asociados con el Cristianismo original. La palabra Gnosis procede del griego y significa “luz de conocimiento”. El conocimiento y las creencias que poseen los gnósticos y el camino espiritual que siguen, están reservados para aquellas almas capaces de cuestionarse por qué y para qué de la vida.

   La Gnosis sólo puede ser experimentada por aquellos que conectan directamente con ella en su corazón. Esta conexión produce tales cambios que el que la experimenta nunca vuelve a ser el mismo.

   Durante siglos, las diversas tradiciones escritas de los primeros gnósticos cristianos fueron únicamente conocidas por referencias obtenidas de los registros de la Inquisición de la Iglesia Católica, por lo tanto la doctrina gnóstica se entregaba distorsionada y manipulada a los intereses de sus contrarios.

   El interés del público en general se reavivó tras la publicación en 1945 de los textos gnósticos originales descubiertos en Nag-Hammadi, Egipto. Asi como, con la llegada en 1948 de la doctrina gnóstica develada por el iniciado Aun Weor. Desde entonces se han publicado numerosos trabajos sobre Gnosticismo.

   Uno de los escritos gnósticos más famosos es “El Pistis Sophia”. Descubierto en 1773 y escrito entre los siglos I y II. En él se entregan las enseñanzas de Jesús transfigurado a sus discípulos, incluyendo como tales a su madre María, María Magdalena y Marta.

   La Gnosis es una radiación, una luz espiritual. Se halla concentrada en los escritos gnósticos y está presente en la atmósfera interna. Ella quiere despertar al hombre. Especialmente en la actual era de Acuario, aquéllos que buscan el Conocimiento interior son capacitados para descubrir la Radiación gnóstica en su propio interior y trabajar con ella.

   El núcleo espiritual yace en el corazón del hombre. La Gnosis es el conocimiento absoluto. Ella es revelada por el Ser Divino; no apela a la habilidad intelectual del hombre ni tampoco a sus emociones y no es en modo alguno una religión. 

   No se puede consignar por escrito, si bien es cierto que muchos textos dan testimonio verdadero de la Gnosis, ni tampoco puede ser enseñada por persona alguna. El único mediador es la Gnosis misma. La Gnosis es revelada al hombre por un camino interior que no puede ser comprendido ni seguido con el poder del yo. 

   La Radiación gnóstica afecta al hombre en su corazón, donde yace el núcleo espiritual central de su Ser: la Chispa de espíritu, el principio inmortal en el hombre. Esta Chispa de espíritu no tiene su origen en el mundo mortal en el que el hombre vive sino que proviene de la eternidad, de la esfera divina de donde viene la Gnosis. 

   Por esa razón, la Radiación gnóstica puede relacionarse con la Chispa de espíritu, o como dicen los Rosacruces con la “Rosa del corazón”.

   Aquel que siente como la Radiación gnóstica toca la “Rosa del corazón” y activa la Chispa de espíritu en su propio corazón, vive una experiencia drástica. Si él proporciona espacio y atención a este proceso interior, entonces, se encuentra ante el descubrimiento de un nuevo mundo interior.

   La Radiación gnóstica inicia un proceso de auto-concienciación que aporta al hombre el conocimiento sobre sus orígenes y su verdadero destino y le conduce a un conocimiento espiritual directo, de primera mano.

   Convertida en fuente de Luz, la Rosa del corazón empieza a expandir la Radiación gnóstica en la sangre lo cual despierta nuevas capacidades en la mente del hombre. La cabeza y el corazón son unidos por la Radiación gnóstica y comienza el peregrinaje de la Luz a través del cuerpo humano.

   Un verdadero gnóstico, desarrolla una nueva actitud positiva ante la vida pues él ha experimentado verdaderamente la Chispa de espíritu en su propio ser. Él se vuelve consciente del “Otro” en sí mismo, aquel que procede de la eternidad y quiere volver allí. Un verdadero Gnóstico dedica toda su vida a ese “Otro” y le ofrece sus servicios para que regrese a la eternidad.

   Uno de los aspectos más importantes que la Gnosis causa en el hombre, en el camino de regreso, es la quietud de mente y corazón que es la verdadera armonía con Dios. 

   Los Gnósticos de todas las épocas dieron testimonio de esta paz interior e intentaron trasmitir a los buscadores la comprensión del camino gnóstico de la revelación, tal como lo hicieron: Jacob Böheme, el filósofo; Johann Valentin Andreae, el escritor y teólogo; e incluso Jan van Rijckenborgh, el fundador del Lectorium Rosicrucianum.

   La historia del Gnosticismo desde el siglo VII hasta nuestros días nos conduce a movimientos como los Bogomilos, los Maniqueos y los Cátaros, y a individualidades únicas tales como el Maestro Eckhart y Jacob Böhme. Los Rosacruces del LRC también siguen la tradición gnóstica.

   En el siglo VII los Paulacianos vivían y realizaban sus actividades en el Imperio Romano de Oriente. Rechazaban cualquier jerarquía de poder puesto que lo consideraban un impedimento para experimentar la verdad.

   A finales del siglo XI, cientos de miles de Paulacianos fueron asesinados por la Iglesia Ortodoxa Bizantina, tal como ya había ocurrido siglos antes con los Maniqueos.

   Pero la Gnosis siguió viva. Su luz y poder brillaron, entre otros, en la comunidad de los Bogomilos que vivieron principalmente en Bulgaria entre los siglos XII y XIII y transmitieron su herencia gnóstica a los Cátaros del sur de Francia. Estas dos comunidades de orientación puramente gnóstica sufrieron el mismo destino que sus predecesores. Un número incalculable de millares de ellos fueron perseguidos, torturados y muertos por los denominados “ortodoxos”.

   En la Baja Edad Media, la Gnosis estaba viva en los círculos interiores de la Orden Templaria. A comienzos del siglo XVII, se manifestó con fuerza y claridad en el movimiento Rosacruz. Johann Valentín Andreae, autor de los Manifiestos Rosacruces, fue uno de sus representantes más significativos. De este movimiento surgieron líneas de conexión que nos llevan hasta los Francmasones los cuales reorganizaron sus comunidades a comienzos del siglo XVIII.

   Un nuevo y poderoso impulso gnóstico resultó en la fundación de la Sociedad Teosófica en el siglo XIX. Helena Petrowna Blavatsky y Annie Besant fueron las figuras clave de esta comunidad. Les siguieron los movimientos de Rudolf Steiner y Max Hendel. En 1924 comenzó la historia de la Escuela de la Rosacruz Áurea gracias a los esfuerzos espirituales de Jan van Rijckenborgh y su hermano Zwier Willem Leene, quienes posteriormente fundaron el Lectorium Rosicrucianum junto a Catharose de Petri. Como Rosacruces gnósticos, tenían una conexión interior muy especial con la anterior Fraternidad, la de los Cátaros. Todos estos movimientos testimonian de un Cristianismo interior y describen un camino hacia Dios que sólo es posible mediante la unión con el Espíritu de Cristo.

   En los siglos XIII y XIV existieron Místicos tales como el Maestro Eckhart, Johannes Tauler, Heinrich Suso y Jan van Ruysbroek entre otros muchos. Ellos dieron testimonio del verdadero Cristianismo interior en Alemania y los Países Bajos.

   El Maestro Eckhart dijo que el hombre debe recuperar la morada de su alma, donde está escondida su chispa de Espíritu. Esta idea de la chispa de espíritu dentro del hombre resurge de las enseñanzas de los antiguos gnósticos. Por tanto, para experimentar el nacimiento de Dios en lo profundo del corazón no se precisa de ayuda externa. Su realización sólo requiere la total devoción del alma al Espíritu divino y un trabajo progresivo sobre la propia conciencia.

   Tauler y Suso, ambos discípulos del Maestro Eckhart, ponen especial énfasis en la “serenidad” que el hombre debe alcanzar para llegar a la visión de Dios.

   Esta devoción a la morada original y el completo abandono del ego es lo que el lenguaje gnóstico expresa con las palabras “morir con relación a la naturaleza”. Los Cátaros denominaron este proceso interior: la “Endura”.

   Eckhart, Tauler y Suso se atrevieron a publicar su conocimiento a pesar de la oposición de la Iglesia. La profundidad y sinceridad de sus enseñanzas convencieron a muchos buscadores de la época quienes, a su vez, formaron comunidades laicas separadas de la Iglesia. Se denominaron “Amigos de Dios” viéndose a sí mismos como silenciosos caminantes de la senda interior hacia Dios, el camino indicado por Cristo.

   En los Países Bajos las mismas enseñanzas fueron anunciadas por Jan van Ruysbroek, y trescientos años más tarde en Goerlitz por Jacob Böhme que se consideró a sí mismo como una herramienta del Espíritu vivo, si bien la Iglesia protestante le declaró hereje. 

   Jacob Böhme dijo: “Todo hombre debe penetrar hasta lo más profundo de su ser, sumergirse en su propio corazón para reconocer el amor y el odio que allí habitan y abrirse camino hacia el amor a través de la superación de su propia lucha interior”.

   Únicamente en el poder de Cristo, omnipresente en todo el cosmos, es posible esta victoria. Según lo entiende Böhme, el hombre es todavía una entidad naciente que debe alcanzar su consumación por sí mismo.

   ¿Por qué esas personas, profundamente tocadas por la Gnosis, soportaron la difamación, la persecución e incluso la muerte por sus creencias?

   Un gnóstico experimenta el Espíritu divino directamente en lo más profundo de su ser. Percibe claramente su camino ante él y está dispuesto a hacer todo lo necesario para el proceso de su transformación interna, pues sabe que sólo él puede practicar el “yo muero diariamente” del que Pablo da testimonio. Debe hacerlo él mismo, debe alejarse de este mundo con amor y dejar tras él la vieja vida.

   Aquél que es tocado por la Gnosis, reconoce que Cristo debe “nacer, morir y resucitar” en cada hombre. Este proceso de “Transfiguración” es el verdadero mensaje del Cristianismo y la profunda experiencia interior de los gnósticos. Se propaga como una llama que aumenta en tamaño y resplandor puesto que está unida al fuego del Espíritu Santo y debe expandir su Luz a toda la humanidad.

   De ahí, las palabras de la triple divisa gnóstica:
“Nacido de Dios”.
(El hombre que deviene consciente de sí mismo reconoce su origen divino).
“Muerto en Jesús”.
(El viejo hombre muere y despierta el alma nueva).
“Renacido por el Espíritu Santo”
(La nueva mente consciente se une al Espíritu y dice: El Padre y yo somos uno).

   Esta es la llave de la salvación para el hombre, la cual le ha acompañado como vocación a través de las eras, que aún lo acompaña y que lo seguirá haciendo por siempre.

   Los elementos fundamentales de la experiencia gnóstica, el contacto directo con la Luz espiritual y la gran transformación del hombre, la Transfiguración, no son patrimonio exclusivo de la tradición religiosa cristiana. 

   Entre otros, los escritos de Lao Tse en el Tao te King son testimonios de la antigua Gnosis China, y los libros sobre la Gnosis Egipcia Original de Hermes Trismegisto dan prueba de que el conocimiento divino ha aportado siempre el mensaje de liberación para el hombre que anhela el regreso al mundo inmortal del Espíritu.